Ese casco volando por el circuito; él rodando por el suelo inerte, dejando sus últimas huellas en el asfalto, vistiendo el que sería el último mono de motociclista en la Tierra; Rossi llevándose las manos a la cabeza al girarla; y los periodistas mudos.
Seguidamente se canceló la prueba, algo que el público malayo no se tomó bien (habría que llevar educación a todo el mundo, no sólo alimentos), y poco tiempo después se confirmó su muerte. Todo el mundo desolado, con lágrimas en los ojos... menos su padre. Admiro esa entereza, ese valor que sólo las personas fuertes (como Marco) poseen.
Marco era un chico de 24 años con toda una vida por delante, todo un futuro motero y no motero por vivir. Destacó (aún me cuesta creer que lo tengo que poner en tiempo pasado) por su garra en los circuitos, algo que le llevó a provocar muchos accidentes, casi siempre con españoles, lo que le hizo recibir una cantidad ingente de críticas (entre ellas no estaba la mía, pues soy una persona que defiende que las carreras son carreras, en las que hay que hacer todo por ganar, y en las que se producen choques fortuitos, como los de Marco con Dani, Jorge o Héctor).
Siempre, como gran aficionado a las motos, te recordaré como uno de los mejores pilotos, como el sucesor de Rossi. Descansa en paz campeón.
